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viernes, 28 de septiembre de 2012

PAREJA DESTRUCTIVA


PAREJA DESTRUCTIVA



Cuando hablamos de violencia en la pareja, es curioso notar como las muchas historias que cuentan las víctimas son muy similares. Los relatos de una pareja destructiva tienen sorprendentemente el mismo principio, la misma evolución, y generalmente dos finales: la víctima sobrevive y escapa de la violencia... o muere.


Pareja destructiva


Aquí una descripción de la historia de una pareja destructiva:

Primero se da un "enganche", una chica conoce a un chico y se enamoran. Generalmente las mujeres buscan en un hombre ciertas cualidades: seguridad, amor, confianza, credibilidad. Esto es así porque a la mayoría de las chicas les enseñan que así debe ser un hombre cuando de amor se trata.

En cambio, a los hombres se les educa para ser dominantes y no expresar sus emociones ni sentimientos; pero también aprenden que las mujeres son todo lo contrario y que para conquistarlas deben aparentar ser seguros de sí mismos y amorosos.

El hombre educado de esta manera tiene altas posibilidades de ser agresor, pues se le enseña a comportarse con violencia. También se le inculca que a la mujer se le debe "conquistar", lo cual significa portarse con ella de manera amable y protectora hasta que finalmente acepte ser su pareja.

Tiene lugar entonces un falso cortejo que funciona con base en las puras apariencias: las partes embonan a simple vista como una tuerca y un tornillo. Ella espera amor y protección, él se los da para poder conquistarla y NO para demostrar amor, porque de lo contrario se sentiría débil y "poco hombre".

Una vez que el enganche se ha llevado a cabo comenzarán a aparecer las agresiones. Al principio suelen ser muy sutiles: pequeñas escenas de celos o comentarios que, aunque se aparente estar bromeando, desvalorizan al otro usando palabras como "tonta" o "no entiendes nada". Frases engañosamente cariñosas como "Ay mi amor, mejor no opines" hacen que la víctima vaya perdiendo su autoestima. De esta manera, la tensión va creciendo poco a poco.

En muchas ocasiones el joven enamora a la muchacha más guapa, aquella a la que todos voltean a ver. Una vez que son novios y ella ha empezado a ceder, él le pide o le exige que no se arregle porque no quiere que la volteen a ver. La muchacha concede sin detenerse a pensar en la contradicción: lo que a él le había gustado es lo que ahora le prohíbe.

Cuando todo parece ir muy bien y aparece la primera agresión, la víctima se paraliza, ya sea debido a la confusión causada por el maltrato de quien presumiblemente "la ama", o porque trata de justificar ese comportamiento llegando incluso a sentirse culpable.

Posteriormente, el agresor trata de aislar a la víctima de sus familiares y amigos para que no tenga apoyos, y ésta hace lo que él dice pensando que así podrá evitar el conflicto; pero no lo logra, sin importar lo que haga o deje de hacer, el otro buscará la forma de empezar las discusiones. El aislamiento es el meollo del maltrato y una de las condiciones para ejercer la violencia. Este dominio va en aumento, pues el agresor pretende demostrar que el otro es de su "propiedad".

Por lo regular, la víctima mantiene todo en secreto, no dice lo que está pasando a sus amigos o familiares por vergüenza o para evitar conflictos.

El agresor por supuesto, no ejerce la violencia todo el tiempo: tiene cambios bruscos y entonces se arrepiente, pide perdón y da un trato afectuoso. Generalmente "encantador" en esa etapa, hace pensar a la víctima que todo puede cambiar; pero no es verdad, así se arrepienta y pida perdón, irremediablemente volverá a hacerlo. Se da así un círculo llamado fase de tensión-maltrato-reconciliación, la víctima cree realmente que su agresor es sincero cuando le dice que la quiere pero el ciclo vuelve a comenzar.

Relaciones como éstas no mejoran nunca, ni siquiera logran mantenerse en una etapa de agresión verbal, la mayoría terminan en golpes.

La alternancia entre amabilidad y maltrato, mantiene viva en la víctima la esperanza de que todo cambiará. Muchas se proponen hacer que el otro cambie, creen que pueden reeducarlo y piensan que es su responsabilidad lograr que permanezca sin alterarse.

La víctima de una relación de abuso trata de evitar el conflicto todo el tiempo, intenta adivinar los pensamientos del otro para tenerlo tranquilo. En una relación sana no hay que leer la mente ni adivinar los pensamientos del otro, tampoco hay que hacer intentos para cambiar su manera de pensar o actuar: se le acepta como es o se va uno a buscar a otro lado.

Las relaciones perfectas no existen; siempre habrá diferencias que conciliar, negociaciones que hacer y algunas veces uno tendrá que ceder frente al otro y viceversa. El problema se da cuando el que cede siempre es el mismo.

Las cosas deben ser llamadas por su nombre, y una relación de abuso no tiene nada de romántica ni amorosa: simplemente se trata de una relación de odio.


Fuente: Lammoglia Ernesto. El amor no tiene por qué doler. Ed. Grijalbo

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