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jueves, 4 de julio de 2013

VIOLENCIA CONTRA LA PAREJA

Muchas veces nos preguntamos cómo inicia la violencia contra la pareja, sobre cuando después de muchos años de relación (incluso antes) se llega a niveles amenazantes.


VIOLENCIA CONTRA LA PAREJA


La violencia contra la pareja se inicia desde momentos tempranos de la relación, en la mayoría de casos atendidos (de los cuales el 90% de víctimas son mujeres) la violencia inicia desde el noviazgo y se manifiesta de formas diversas como jaloneos, movimientos para detener, sujetar y controlar.

Todos hemos visto la siguiente escena: Un chico que rodea a una chica y la empuja contra una pared, un árbol o cualquier otra superficie. No le damos importancia, creemos que siendo novios es normal ese trato aunque veamos que la chica se siente un poco incómoda o nerviosa. Lo cierto es que es una técnica de sujeción, así ella no puede moverse y él tiene el control, y los dos creen que es una acción sin importancia.

Y quizá sería una acción sin importancia si esa actitud sólo quedara ahí, pero muchas veces la violencia avanza a otro tipo de conductas que buscan tener más control sobre la pareja: protestan por el peinado o la ropa que ella usa, utiliza frases como "no te dejo salir" o arman escenas de celos. La violencia tiende a subir de tono.

La violencia contra la pareja se empieza a manifestar entonces en forma de aislamiento, el agresor no le permite ver a sus amistades o a su familia, y la víctima hace todo lo que su agresor le dice pensando que así evitará más conflictos; pero esto no es cierto, haga lo que haga ella, él buscará la forma de empezar las discusiones.

Por lo general ella mantiene todo en secreto, no les dice lo que le está pasando a sus amistades ni familiares, ya sea por vergüenza o para evitar conflictos.

El aislamiento es el meollo de la violencia contra la pareja y el paso en el que se empieza a ejercer el control. Este dominio va aumentando. Después, a través de golpes, con marcas, pretende el agresor demostrar que la mujer es de su "propiedad".

Al inicio los agresores utilizan frases para descalificar a la mujer: "inútil", "tonta", "no entiendes", "no sirves como mujer". Así ellas van perdiendo la autoestima.

Estas mujeres no tienen una expectativa realista de la situación y van cayendo en un estado de indefensión. El agresor no es un golpeador todo el tiempo, hay cambios bruscos en donde se arrepiente, pide perdón y da un trato afectuoso. Muchos de ellos son "encantadores" en esta etapa y hacen pensar a la víctima que todo puede cambiar. Se da así un círculo llamado fase de tensión-maltrato-reconciliación.

Es importante aclarar que a las mujeres no les gusta que las maltraten, es un proceso donde confunden las agresiones con el amor y ellos son sinceros cuando dicen que las quieren pero no es una patología ni una enfermedad, es una cuestión educativa y esto es lo más grave.

La violencia contra la pareja, es definitivamente una conducta aprendida a lo largo de toda nuestra vida. No sólo las mujeres requieren atención cuando pasan por esta situación, también los agresores la requieren para "re-aprender" nuevas formas de relacionarse, aunque para esto tienen que empezar por reconocer que su forma de actuar no está bien, y es que muchos sienten que está justificado cada golpe o grito que dan.

A los agresores desde pequeños los hacen sentirse responsables de los demás, guardianes de los problemas que van ocurriendo, les fomentan una supremacía masculina relacionada con la propiedad. Es así por ejemplo, cuando el padre sale de viaje y le dice al hijo, sin importar que sólo sea un niño, que ahora tendrá que cuidar de mamá (que es un adulto) porque él es "el hombre de la casa" mientras papá está afuera.

Con el tiempo los hombres van aprendiendo que sus hijas y sus esposas son suyas, como en la Roma Antigua, piensan que si quieren las pueden hipotecar por decirlo de alguna manera. Se sienten responsables por ellas y sus acciones, y con derecho a "corregirlas", a callarlas si creen que lo que dicen es incorrecto, a gritarles si hicieron algo en lo que no están de acuerdo.

Por otro lado, no sólo la educación de los hombres fomenta la violencia contra la pareja, también la educación que reciben las mujeres, quienes a lo largo de su vida aprenden a callar para no provocar más conflictos, a no enfrentar a quienes opinan diferente de ellas porque siempre tienen que ser agradables y corteses, se acostumbran a que su opinión no tiene la misma validez cuando están entre un grupo de hombres o a que ellos siempre deben tener la razón.

Cuando un hombre y una mujer tienen este tipo de educación tan arraigada, indudablemente tendrán diversos niveles de violencia en sus relaciones de pareja.

Cabe destacar que toda esta descripción se ha obtenido de los cientos de casos que reciben diariamente las instituciones encargadas de resolver denuncias por maltrato familiar. No es en ningún caso una historia anecdótica, sino el reflejo de una realidad constante que se ha pasado de generación en generación.

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