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viernes, 9 de enero de 2015

¿ALGUNA VEZ TE HA GOLPEADO TU PAREJA?

Cuando pensamos en violencia física viene a nuestra mente la imagen de aquellas mujeres golpeadas que vemos en los anuncios de las campañas: ojos morados, costillas rotas y, sobre todo, años de vivir abusos.

ALGUNA VEZ TE HA GOLPEADO TU PAREJA

Lo cierto que es que cuando la violencia llega a esos extremos es porque en algún momento comenzó con algo muy leve: un empujón, una bofetada. Y después, quizá la esperanzadora disculpa acompañada de la promesa "no vuelve a suceder".

A lo largo de una relación pudiera presentarse un sólo incidente de violencia física, o bien, como sucede muchas veces, que los golpes se den todos los días durante meses y años.

Los golpes son más tolerados de lo que parece, tanto hombres y mujeres son capaces de golpear a sus parejas. Una encuesta reveló que en México el 15% de los jóvenes ha experimentado al menos un incidente de violencia en su relación de noviazgo, el 64% de quienes sufren violencia física son mujeres.

¿ALGUNA VEZ TE HA GOLPEADO TU PAREJA?


La siguiente es una historia real de una agresión física (nombres cambiados*).

Antes que nada, queremos resaltar que este relato NO es ninguna justificación para todos aquellos hombres que justifican la violencia física diciendo "ellas también lo hacen ".

También queremos aprovechar la ocasión para explicar una de las razones de por qué la violencia hacia la mujer se considera violencia de género y la que se ejerce contra los varones no:

En la mayoría de los casos de hombres agredidos ellos inmediatamente terminan con esas relaciones, pues entienden y saben (porque han sido educados para "no dejarse") que nadie tiene derecho a tratarlos de forma humillante; contrariamente, las mujeres suelen aguantar más, pues les han enseñado que con amor y paciencia se puede resolver todo conflicto y que ellas como mujeres tienen influencia sobre el comportamiento y sentimientos de su compañero, por lo que una disculpa y una promesa suelen ser suficientes para continuar en una relación en la que se ha presentado un incidente de violencia.

MI PRIMER GOLPE


Diego tiene 22 años y actualmente goza de bastante suerte con las chicas. Su éxito en las relaciones no tiene tanto tiempo, tal vez unos cinco o seis años, porque de pequeño era "gordito y rosado" -como él mismo se describe-. Aún desconoce cuándo sucedió ese cambio que lo hizo encantados, pero supone que los detalles que tenía con su novia siempre llamaron la atención de las demás chicas.

Le gustan los paseos largos, todavía regala rosas y ha procurado ser siempre detallista. Le entusiasman las sorpresas y en todo momento está buscando la forma de hacer que lo cotidiano parezca especial. Diego aún cree en el compromiso que implica la confianza y así trata de llegar a acuerdos para tener una relación formal.

A sus 22 años se ha involucrado al menos con 23 ó 24 chicas, pero sólo cinco de ellas han sido sus novias formales. En sus últimas relaciones le han tocado chicas de todo tipo, lo que e ha permitido definir cierta perspectiva de la mujer en diferentes aspectos.

Aún recuerda cuando encontró a lista de Ana, su antigua novia, quien le decía que todas las mujeres tiene un listado... un conteo. En él aparece un nombre, probablemente una fecha, y una pequeña leyenda que incluye algún detallle de referencia. Esa lista incluía a todos los chicos  con los que Ana se había relacionado, y con los que había tenido desde un "kiko" hasta una relación sexual.

A los 21 años de Ana, Diego aparecía en su lista en el número sesenta y tantos, ese detalle numerológico siempre le asombró. Los problemas de Diego y Ana se resolvieron muchas veces con besos o sexo, y en algunas ocasiones la confianza y el exceso de honestidad laceraban más que el silencio.

En cierta ocasión Ana tenía una fiesta y Diego no podía acompañarla. Él la animó s irse con sus amigos.

-Pues ve a la fiesta.
-No, yo creo que no...
-¿Por qué no?
-Porque no. Pues, es que, la verdad, no confío en mí, y pues habiendo alcohol de por medio... menos.

Diego se quedó sin palabras. Su relación sólo duró algunos meses más y en la frontera de haber terminado con Ana, llegó Vanessa, quien sería su nueva novia.

Vanessa era una chica muy espontánea y lo hacía reír. Se fueron conociendo, y mientras más conciencia tenía Diego de Vanessa, menos le gustaba.

Con ella Diego aprendió que las chicas no siempre quieren "hacer el amor" y prefieren sólo el sexo; así, dejó salir su instinto animal cada vez que ella se lo pedía. Nalgadas o gritos, él la complacía. Su relación estuvo llena de experimentación y Diego aprendió mucho.

Una tarde llegó a la escuela y las miradas de los demás se posaron sobre él, los murmullos recorrían los pasillos mientras se quedaba impávido. Todos lo sabían. Vanessa fue muy clara: lo corrió de su casa, le cerró la puerta, y al tratar de evitarlo, Diego la arrojó contra el piso y comenzó a patearla en el estómago. Todos en la escuela lo sabía ya y le clavaban los juicios sobre la piel con miradas, desprecio, rencor y coraje. Diego guardó silencio y se fue lleno de miedo. Miedo de que una mujer quiera ganar siempre, miedo de las relaciones que se convierten en una lucha de poder, miedo de saberse sometido, miedo de que alguien haya contado una historia que no era cierta para justificarse.

El día que terminó todo, Diego atendió un compromiso personal; mientras eso sucedía, Vanessa lo llamó seis veces, una por cada hora que duró el encuentro. En las primeras cuatro llamadas fue gentil. La quinta ya no tuvo amabilidad alguna. En la sexta, sólo escuchó:

-Cuando llegues a tu casa márcame, porque ya me cansé de estarte esperando como tu estúpida. Yo ya no quiero estar contigo.

Diego no había acordado ver a Vanessa ese día. Después de aquella sexta llamada fue a buscarla. Discutieron, y ella parecía enfurecerse cada vez más.

-Hoy me di cuenta de que no te quiero, que ya no te soporto y que ya no quiero volver a verte -dijo ella.

Diego tomó aire y pensó que sería mejor hablar después, cuando ella estuviera tranquila, y entonces trató de marcharse. La frustración de Vanessa hizo que Diego recibiera su primer golpe a puño cerrado en la mejilla izquierda.

-¡Te odio! -gritó Vanessa y le aventó la puerta. Diego contuvo la puerta y trató de alcanzarla, la tomó del brazo y ella se dejó caer, luego comenzó a gritar:

-¡Me tiraste! ¡Me tiraste! -mientras pedía auxilio a su madre.
-Adiós, yo ya no puedo -fueron las últimas palabras de Diego.

Aquel día Diego supo que había recibido su primer y único golpe.

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*Fuente: Del Castillo Ale, etal. Amar a madrazos, el doloroso rostro de la violencia entre jóvenes. Ed. Debolsillo, 2014.

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