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lunes, 8 de marzo de 2010

MI MARIDO NO ME AYUDA EN CASA

Cuántas veces no hemos escuchado la frase "mi marido no me ayuda en casa".


MI MARIDO NO ME AYUDA EN CASA



Cuando escuchamos "mi marido no me ayuda en casa", entendemos que se trata de una esposa cuyo marido no hace ninguna actividad doméstica.

Y es que para mucha gente los quehaceres domésticos son obligación de la mujer, y entonces quizá haya hombres que "ayuden", que "hacen el favor", o que quizá hagan algunas tareas el fin de semana; pero de ninguna manera lo consideran su obligación, y ciertamente habrá hombres que ni siquiera se dignen a dar esta "ayuda" en casa porque no son "mandilones".

Esta forma en que los hombres han aprendido a reafirmar su hombría a costa de la mujer, deriva en situaciones muy poco favorables para las mujeres incluyendo la violencia.

Los hombres que creen al 100% que su masculinidad debe diferenciarse claramente de las mujeres haciendo "cosas de hombres" (actividades en las que se supone las mujeres no deberían de participar) y evitando las actividades de mujeres, suelen ser también violentos y controladores, particularmente cuando se casan, porque además se enseña que el varón tiene control sobre la mujer, y que cuando "elige" a una esposa (como si ella no tuviera más opción que decir que sí cuando un hombre le propone matrimonio) esta debe realizar las "cosas que le tocan" como arreglar la casa y servir a su marido, pues "para eso se casó".

Particularmente en el matrimonio se puede ver claramente este desbalance de poder, en donde las mujeres... no tienen ningún poder. Son ellos los que deciden si hacen alguna concesión, y entonces escuchamos frases como "a mi mi marido sí me deja trabajar", "mi marido me ayuda en casa", "él ayuda con los hijos". Los hombres a su vez, incluso los más progresistas, no pueden liberarse del todo de la cultura de la posesión y la esclavización de la mujer en el trabajo doméstico: "yo ayudo a mi mujer", "cocino de vez en cuando", "barro una que otra vez".

Hay hombres que ven a las mujeres sumamente cansadas, particularmente cuando ellas también tienen que trabajar fuera de casa, y entonces surge en ellos la necesidad de ayudarlas, de protegerlas (papel que también se le asignado a los varones); pero bajo ningún motivo lo ven como su obligación.

Por otro lado, el sistema tampoco fomenta la equidad en el trabajo doméstico. En el mundo laboral, se espera que los hombres trabajen y se queden las horas necesarias, esto deja poco o ningún tiempo para llegar a realizar labores domésticas en casa. Llegan cansados a su hogar y lo que menos quieren es seguir trabajando... y nadie espera más de ellos. Ellas en cambio, deben vivir una doble jornada, pues de las mujeres sí espera que realicen las labores domésticas aunque tengan vida laboral.

Y no sólo en el trabajo doméstico se nota la cultura de dominio del hombre sobre la mujer, sino también en otras áreas de la vida. Por eso también escuchamos frases en los hombres como "yo dejo que vaya con sus amigas", como si estuvieran haciendo el favor de dejarlas vivir, como si no fuera derecho de las mujeres decidir sobre su propia vida, sobre a qué amistades frecuentar o qué trabajo elegir.

Sí, también es cierto que la violencia y la posesión no son exclusivas de un sólo sexo (como bien me lo han recalcado algunos lectores), pero sí es verdad que los actos violentos tienen como objetivo someter al contrario, que las acciones violentas tienen un trasfondo de poder y de anulación de los derechos del otro, y que en mayor medida son los derechos de las mujeres los que se niegan por el simple hecho de ser mujeres.

No se enseña a los hombres a compartir las obligaciones de la vida doméstica, como tampoco se les enseña que no deberían tener poder ni control sobre sus parejas. Y eso trae consecuencias gravísimas, porque no todos los hombres "hacen favores" o "ayudan en casa", al contrario, algunos son muy estrictos con lo que consideran "sus derechos": el derecho a tener una cena caliente después de trabajar o el derecho a ver televisión todo el día los sábados.

Así pues, hoy en el Día Internacional de la Mujer, queremos recordar que las mujeres también tienen derechos: derecho a planear su vida, a tener trabajo y a no tener que realizar dobles jornadas. Queremos recordar que las obligaciones de la vida doméstica también le corresponden al hombre, y que no se necesita su permiso para que sus parejas mujeres puedan salir a tomar un café o descansar de vez en cuando de lavar los platos.

En la medida en que ambos sexos nos veamos como iguales, sin la necesidad de controlar al otro, en ese grado disminuirá la violencia de género.

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